Suele decirse que la salud es un derecho humano perteneciente a toda persona, sin tomar en cuenta su condición económica o social. Pero, ¿qué proceso utilizan los Estados para financiar y gestionar este derecho? Como ejemplo, cito la Ley General de Sanidad de España, de 1986. Dice el texto de la ley:
“Es, en efecto un dato histórico fácilmente verificable que las respuestas públicas al reto que en cada momento ha supuesto la atención a los problemas de salud de colectividad han ido siempre a la larga de la evolución de las necesidades sin conseguir nunca alcanzarlas, de manera que se ha convertido en una constante entre nosotros la inadaptación de las estructuras sanitarias a las necesidades de cada época”.
En este artículo hago algunas consideraciones y aportes con respecto a esta “inadaptación” de las respuestas públicas a los problemas de salud del pueblo. El contexto de este artículo es también la actual discusión, a nivel nacional y de manera intensa, de cuestiones relacionadas a los servicios de salud en Estados Unidos. Como siempre, mi manera de tratar estos asuntos es no partidista y de aspecto fundamental.
Para conseguir ideas fundamentales, busco siempre “volver a lo básico”, o sea, buscar soluciones acerca de los problemas sociales con base en la observación de lo que ocurre en el cuerpo humano. El cuerpo es como una escuadra o un modelo, según el cual se estructuran agrupaciones sociales. Por medio de la observación de lo que ocurre en el cuerpo humano podemos inferir soluciones prácticas para problemas sociales.
¿A quién, entonces, le toca la responsabilidad de proveer el servicio de salud a una comunidad? No hay duda que al Estado le toca una función en esta responsabilidad social. Pero, ¿debería el Estado gestionar los servicios de salud? Hago aquí la propuesta de que el proveer servicios de salud a la población está más allá de la competencia o poder del Estado.
Para fundamentar esta opinión, consideremos lo que ocurre en el cuerpo humano. O sea, ¿a quién le toca en el cuerpo el trabajo de curar las varias partes? No cabe duda que en todas las funciones del cuerpo se encuentran siempre los impulsos que provienen del cerebro por medio del sistema nervioso, pero el cerebro por sí mismo no tiene la capacidad de curar. Esta capacidad es transmitida al cuerpo por medio del sistema circulatorio, o sea, está bajo el control del corazón.
Tampoco cabe duda que los eventos del cuerpo involucran siempre las tres partes –o sea, estómago, cerebro y corazón. Sin embargo, uno puede siempre distinguir qué parte es centralmente responsable por esta o aquella función. De esta forma, la digestión es función directa del estómago, la circulación es función directa del corazón, y la protección del cuerpo por medio del sistema inmunológico es función directa del cerebro.
Además, si consideramos las tres partes del cuerpo, expresadas aquí por las metonimias “estómago”, “cerebro” y “corazón”, se puede hacer un paralelo con las estructuras sociales. Una nación, por ejemplo, está compuesta de pueblo, gobierno, y cultura. El pueblo es la economía de una nación, o sea, sus fuerzas productivas. El gobierno se compara con el cerebro de una nación. Y la cultura es como el corazón de una nación. En “cultura” se incluyen los intelectuales, los establecimientos de enseñanza, la prensa libre, las personas religiosas, las artes, la música, los servicios médicos y también la distribución de la riqueza económica.
Al cerebro no le toca directamente la cura de las partes del cuerpo. Tiene en ella una importante función, pero no la controla. Esto explica la razón del texto de la ley de salud de España, que menciona directamente la inadaptación de las estructuras sanitarias del Estado a las necesidades de los problemas de salud. Esta “inadaptación” corresponde a la incompetencia del cerebro (o sea, el Estado) para directamente responsabilizarse en proveer servicios de salud a la población.
¿Cómo debería cumplirse entonces la responsabilidad de proveer servicios de salud a la población? ¿A quién le toca? Al ”corazón“ de la sociedad le toca, utilizando aquí la metonimia “corazón” como la cultura, la parte científica, los servicios médicos –o sea, una parte que no está directamente controlada por el gobierno. Le toca al gobierno, entonces, proveer el financiamiento a los cuidados de salud pero no controlarlos directamente.
Naturalmente estas ideas las presento aquí en forma de una hipótesis, como un aporte a las discusiones acerca de servicios de salud. En este esquema, el gobierno hace la parte para la cual está sumamente adaptado, o sea, la recaudación de impuestos. La clave de todo eso está en proveer a cada individuo, sin tener en cuenta su condición económica o social, la posibilidad de controlar sus propios cuidados de salud por medio de compañías de seguros y los servicios médicos y hospitalarios independientes del gobierno.
— Paulo-Juarez Pereira
Ypsilanti, Michigan, Estados Unidos de América
Noviembre de 2013
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